Valparaíso indiferente
Yo nunca supe su historia,
ni de héroes ni de gloria.
Sólo nací en sus balcones
sin leyenda ni memoria.
El puerto me miraba
sin darle brillo,
como quien ve de lejos
a su chiquillo.
A su chiquillo, sí,
con la cabeza,
yo no fui pobre nunca,
pero… qué pesa.
Mi temor a la herida,
marca la vida.
Puerto que no me nombra
Nunca supe su leyenda,
yo nací sin ceremonia.
Y el puerto fue mi testigo
con su mirada sin gloria.
Mi infancia fue lejana
como un espejo,
el mar no me decía
ni su reflejo.
Ni su reflejo, sí,
ni su tibieza,
no fui pobre en la calle,
pero tristeza.
Me alejó con su brisa,
sin una prisa.
Puerto sin apego
De su historia ni una esquina,
ni un saludo pa’ mi cara.
Yo nací sin que lo noten,
el puerto ni me miraba.
Crecí sin su cobijo,
ni su bandera,
el mar no me ofrecía
ni una cadera.
Ni una cadera, sí,
ni una limosna,
no fui pobre de cuerpo,
pero en la lona.
Me crié en sus amores,
sin quien me nombre.
Ciudad sin contorno
No nací con un festejo,
ni la historia en mi ventana.
Una ciudad sin contorno
me dio la sombra temprana.
El puerto fue un silencio
que no latía,
un perfil sin reflejo
ni geografía.
Ni geografía, sí,
ni trayectoria,
fui parte de una bruma
sin una historia.
Yo fui voz sin orilla,
ni maravilla.
Nací allí sin darme cuenta
Nunca supe de su historia,
nací allí sin darme cuenta,
el puerto miró mi niñez
con la mirada bien lenta.
Ni pobre fui,
ni supe el hambre,
pero ese miedo
me ardía en sangre.
Sí, pero ese miedo
como un cuchillo
rozó mi cuna
y su sencillo brillo.
Puerto indiferente,
de alma silente.
Nacido en su cerro
No conozco su historia,
que sólo sé que allí nací.
El puerto miró mi infancia
y sin fijarse nunca en mí.
Yo crecí con lo justo,
sin darme vuelta,
con los cerros en los pies
la duda suelta.
Y la duda suelta, sí,
como en pelea,
tuve miedo al abismo
de la pobreza.
Jamás vivir la espero
que si me muero.
Tristeza en los cerros
Pues yo les quiero relatar
lo que he visto en este suelo.
Calles que el hombre encadenó
y escaleras sin consuelo.
La lluvia fue borrando
colores viejos,
y la pena bajaba
por los reflejos.
Por los reflejos, sí,
como rocío,
cubrió cerros y niños
con su vacío.
El puerto se entristece,
nadie lo mece.
Calles que se apagan
Yo no vengo con historia,
sólo hablo de lo que siento.
Vi al puerto cerrar sus ojos
bajo un manto de lamento.
La lluvia destiñendo
sus escaleras,
y el gris en los balcones
como esperas.
Como esperas, sí,
con paso lento,
calles que van quedando
llenas de viento.
Son los niños del cerro,
sin su lucero.
Encadenado el cerro
No vengo a dar discurso,
ni a pintarlo de bonito.
El puerto se fue apagando
como quien pierde un grito.
Calles encadenadas,
niños sin calma,
la lluvia se llevó los llevó
toda su alma.
Toda su alma, sí,
como castigo,
quedó el barrio llorando
sin su abrigo.
El cerro aún resiste,
pero no existe.
Llueve sobre el eco
Yo conté lo que no miro,
lo que pasa sin pasaje.
La ciudad amarra el viento
y se disuelve el paisaje.
Lluvia desdibujando
las escaleras,
la pena se desliza
sin más fronteras.
Sin más fronteras, sí,
ruido en la bruma,
el cerro se difunde
como la espuma.
Todo lo que encadena,
nadie lo ordena.
Lo que el cerro guarda
Yo te digo como es,
como lo ve quien camina.
Calles tristes, lluvia encima,
niños sin sol ni revés.
La gente fue amarrando
sus callejones,
y el agua les borraba
los corazones.
Los corazones, sí,
como en protesta,
se fueron apagando
bajo la cuesta.
Quedó la tristeza,
como certeza.
Puerto herido
Vino el viento del dolor,
con llovizna y su arrastre.
La muerte pasó mil veces
por cerro, calle y desastre.
La arena y los desechos
iban cayendo,
y el puerto soportaba
sin comprenderlo.
Sin comprenderlo, sí,
con su alarido,
el viento vino y luego
quedó vencido.
Valparaíso triste,
y no desiste.
La cara del puerto
Llovizna sobre los techos,
el cerro cubre su herida.
La muerte volvió en silencio
a buscar lo que no olvida.
Vino con su relente
y su basura,
el alma se encogía
como costura.
Como costura, sí,
el cielo inclina,
Valparaíso sangra
sin medicina.
Mas el viento lo limpia,
pero no quita.
Ni el viento la borra
Cayó la mugre del cielo,
el temporal no perdona.
La muerte pasea en ronda
con la cara de persona.
Valparaíso aguanta
con su camisa,
toda manchada en barro
por la ceniza.
Por la ceniza, sí,
con paso tenso,
la muerte vino en auto
y dejó incienso.
Limpia esta vereda,
queda la rueda.
Memoria en barro
Llovizna como ceniza,
el cerro inclina su frente.
La muerte danza en los techos
y el viento pasa silente.
Una sombra arrastrada
por lo invisible,
cubre el eco del puerto
inconfundible.
Inconfundible, sí,
el tiempo calla,
queda sólo la estela
que no se halla.
El viento que resuena,
la huella suena.
La muerte bajó
Bajó la lluvia del cerro
con su basura en la cara.
Y la muerte hizo su ronda
por la ciudad más amada.
El viento la barría
como costumbre,
el barrio la sentía
como una cumbre.
Como una cumbre, sí,
llena de ruido,
el puerto quedó triste,
debilitado.
Quedó el viento mudo,
y el cerro crudo.
Amarra del alma
Este puerto nos sujeta,
como el hambre sin aviso.
No se deja ni se olvida,
ni se aleja del hechizo.
Que no se puede dejar,
ni desatarse,
la brea, el viento y todo
quedan al arte.
Quedan al arte, sí,
como querencia,
el pescador de jaibas
es la presencia.
Este puerto nos pega,
como la brega.
Puerto que duele
El puerto se nos adhiere,
como un lamento callado.
No se deja ni se parte,
queda el alma amarrado.
La brea y el volante,
y el sur cansado,
nos persiguen los cerros
y su pasado.
Y su pasado, sí,
como tristeza,
el jaibero en la orilla
sin fortaleza.
Nos duele el paisaje,
como un tatuaje.
Amarra brava
Este puerto es como el hambre,
se te mete y no se sale.
No se olvida ni se escapa,
te retiene con su calle.
La brea se te pega
como castigo,
el viento te sacude
con su abrigo.
Con su abrigo, sí,
los volantines,
el pescador de jaibas
te marca y dicen.
Te atrapa su estampa,
no hay quien la canta.
Puerto interior
Amarra que no se corta,
palabra que nos invade.
El puerto se nos inserta
como sombra que no arde.
No se deja sin duelo,
ni sin esencia,
la brea queda en sueños
con su presencia.
Con su presencia, sí,
va por la orilla,
el viento sur murmura
sin una hebilla.
Él nos habita lento,
el mismo viento.
No se puede soltar
Este puerto se te amarra,
como lo hace la pobreza.
No se puede dar la vuelta
sin que pese su tristeza.
La brea te acompaña
por la costera,
el viento sur te sigue
como una fiera.
Como una fiera, sí,
van los vecinos,
el jaibero resiste
sus mismos trinos.
Te queda en la espalda,
como una carga.
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